Soy una persona que pasó los 80 y tantos. Se me
asoman unas arrugitas. El pelo se me está poniendo blanco. La audición está más
baja. Las piernas me flaquean al caminar. Cuando salgo a la calle, ¡paf! Que me
voy de narices. ¿Qué será lo que me está pasando? ¡Voy a averiguarlo!
En primer lugar, fui a ver un doc. ¿Y saben lo
que me dijo? “Señora, lo que pasa que te estás poniendo viejita. Y yo le
pregunto ¿Qué es eso? Me dio una charla como de una hora. Me dijo que los seres
humanos somos como los autos. Empiezan a fallar los repuestos y hay que
cambiarlos, pero nosotros no tenemos esos repuestos y tenemos que aguantar solo
tomando medicamentos. Así que me dio unos paracetamoles y me dijo ándate a tu
casa con mucho cuidado, muy despacio, no vayas a tropezar y te des otro
costalazo.
-
“Doc
yo no le creo nada, yo no me siento vieja, tengo mucha energía, ganas de hacer
muchas cosas”.
No quedé conforme con lo que me dijo el Doc y
se me ocurrió ir a ver un curita. Cuando llegué me recibió muy amable y me dijo
hija en qué puedo ayudar. ¿Quieres confesarte? No, Padre, vengo a pedirle que
me aclare algunas dudas que tengo y le conté la historia: “¿Qué es ser viejo?”
Me miró de arriba abajo y me dijo lo mismo que el Doc. Padre yo quiero una
explicación, entonces me dice: - “Lo único que te puedo aconsejar: reza 10
padre nuestros y 10 aves Marías todos los días, te confiesas muy seguido para
que los años no te pillen desprevenida”.
Me quedé más desorientada. De despedí del cura
y salí muy enojada.
Al salir de la iglesia me encontré con una
amiga muy querida y al verme esa cara de enojada, me pregunta qué me pasa. Yo
le conté toda la película. Ella me escuchó atentamente. Pensó un rato, después
me dijo: no te mortifiques por leseras, tú estás muy bien, búscate un gancho
con plata y pásalo bien, paseas todo lo que puedas, recorre el mundo si
quieres.
“¡Para, para, gansa!”, le grité, “¿Te crees que
soy dueña de una financiera?”
Un día un amigo me recomendó una doctora que es
muy buena. Ella me alivió de todos los males que padecía. Yo sé que ella te va
a ayudar y vas a quedar tranquila. Me dio la dirección y fui a verla con toda
confianza.
Cuando llegué a la clínica “¿saben con quién me
encontré?” Nada menos que con la doctora Cordero. Yo me presenté y me preguntó
quién me había mandado. Le di el nombre de mi amigo y me dijo: - “a ese loco lo
tengo de casero, tiene que venir todas las semanas”.
En ese momento se abre una puerta y aparecen un
grupo de locos, todos desnudos, con sus pistolas apuntándonos. La Doctora
gritaba guardias, que vengan los guardias, pronto. En ese momento no sé cómo me
escabullí. Y salí corriendo. Llegué al paradero de buses y un señor me dice: -
“señora no hay locomoción. Los estudiantes tienen toda la locomoción tomada”.
En eso se pasa un camión grande que decía Las
Condes y como llevaba la puerta abierta de atrás, corrí y de un salto me subí,
pero duró muy poco porque había un olor a mierda que no soporté y me tuve que
tirar. Era un camión de la basura.
En eso veo un grupo de chiquillos que
conversaban en la calle y uno tenía un monopatín. Le di un empujón al cabro, me
subí al aparato y le dije al chiquillo: anda a buscarlo a mi casa, esto es una
emergencia.
Y partí como un relámpago. La gente en la calle
me aplaudía y decían: - “¡dale abuelita, dale que te falta poco, tú puedes!”. Y
yo creyendo que me seguían los locos, más fuerte le daba al “mono”, pero eran
los chiquillos que me seguían para recuperar su vehículo.
Por fin llegué a casa. Le dije al conserje
entréguele este aparato a esos jóvenes que vienen atrás. Quise subir a mi
departamento, al piso 10, y no había ascensor. Subí como pude los 10 pisos con
la lengua afuera de cansada. Me tiré en mi cama. En eso desperté.
Abril, 2018
Abril, 2018
Comentarios
Publicar un comentario